Andrés Lajous*
La mejor manera de entender lo que implican las telecomunicaciones para el activismo político y social parte de un supuesto sobre la disponibilidad y el acceso a la información en la sociedad. La información que podemos considerar socialmente útil suele ser difícil de adquirir porque no sabemos dónde está, y el acceso a ella frecuentemente es complicado. Es decir, la información que podemos encontrar útil para nuestros propósitos suele estar distribuida en la sociedad de manera aleatoria y desigual.
Imaginemos: una persona va caminando por la calle. Se topa con una manifestación. Se resguarda en el zaguán de una casa en una calle perpendicular a la de la manifestación. Sobre esa misma calle ve a un pequeño contingente de granaderos avanzar de manera consistente aunque silenciosa. Uno de los granaderos saca una suerte de rifle pero con el cañón más grueso. Dispara con el cañón. No lo apunta hacia el cielo, sino hacia los manifestantes.
A la persona que se resguarda en el zaguán le sorprende el tatuaje que tiene en el cuello el granadero que dispara. El contorno de un corazón, de color verde, cruzado por una flecha y las letras “T y T”.
Un manifestante es golpeado en la cabeza, cae al piso. El gas lacrimógeno que sale de la lata que le pegó en la cabeza cumple su objetivo, causa confusión entre los manifestantes, corren de un lado a otro sin mayor sentido que el de protegerse de los efectos del gas. Una de las manifestantes regresa por el herido que está en el piso, sangrando, lo arrastra de un brazo dándole jalones mientras se detiene un paliacate con una mano para taparse la boca y la nariz. No puede ver bien. Sólo ve la sangre brotar en grandes cantidades, ve a los granaderos avanzar pero sólo son una mancha azul con escudos. No sabe qué hacer.
Del otro lado de la calle en la que ocurre la manifestación hay un paramédico. Está debidamente equipado con una máscara, el gas no lo afecta para hacer su trabajo. No ve a muchos heridos. Ve a jóvenes llorando y tosiendo, a hombres y mujeres con ataques de pánico. El visor que trae le permite ver con claridad hasta donde inicia la nube de gas. Sube a un par de manifestantes a una ambulancia. Piensa: “por lo menos no hay heridos graves”. En esta breve narración imaginativa hay por lo menos tres pedazos de información que de manera aislada escriben un final a la historia, pero que si hubiera manera de agregarlos escribirían un final diferente. Los elementos que tenemos son los siguientes:
1. Un granadero hace mal uso de su arma no letal, convirtiéndola en un arma letal.
2. Un peatón, que no tiene nada que ver con la manifestación, por azar, sabe cuál fue el granadero que disparó la lata de gas lacrimógeno.
3. Una manifestante sabe que hay un herido, pero ignora cómo darle ayuda médica.
4. Un paramédico atiende a quién ve en necesidad de ayuda, está preparado para hacerlo, pero no sabe dónde está quien más ayuda necesita.
Si el problema de información no se resuelve de alguna manera, tendremos a un granadero mal capacitado (o abusivo) e impune, y un activista muerto. Si resolvemos el problema de desagregación de información, podremos identificar al granadero y encontrar al herido. Sin embargo, el problema no es fácil de resolver justamente porque no podemos saber quién tiene cada pedazo de la información, ni para quién es relevante cada pedazo.
Para las organizaciones sociales, el ejemplo que acabo de expresar, es tan sólo una de las posibilidades más concretas de lo que pueden hacer la tecnologías de información y comunicación para su trabajo. El tema relevante es que mediante el uso de estas tecnologías, y la tendencia que hay en términos de reducción de costos, es cada vez más fácil resolver los problemas de dispersión de la información que siempre tenemos que enfrentar.
En el caso arriba descrito, la red social que funciona a través de internet llamada Twitter (o tuiter, coloquialmente) (sic) podría haber resuelto en alguna medida el problema, en conjunto con el envío de mensajes de texto desde teléfonos celulares. Considerando que en México hay cerca de 7 6 millones de líneas de teléfonos celulares, casi 30 millones de usuarios de internet y entre 60 mil y 100 mil usuarios de tuiter (sic), no es difícil que un sencillo sistema que agregue y visualice esta información ayude a que las organizaciones sociales hagan mejor su trabajo (por ejemplo yhttp://www.cuidemoselvoto.org/).
Quienes tenemos interés en transmitir información con distintos fines, pero en particular no comerciales, estamos acostumbrados a pensar en términos de medios masivos de comunicación (televisión, radio, periódico, etcétera) y medios personales de comunicación (teléfonos, cartas, etcétera). Lo que las nuevas tecnologías de comunicación e información permiten es la comunicación masiva personal. Cada manifestante puede ser fuente, transmisor y repetidor de información; cada peatón, cada policía y cada paramédico. Cada ciudadano puede ser los ojos, oídos y voz de quienes quieren estar donde pueden ayudar, pero no saben dónde es.
* Integrante de la Asamblea Nacional Ciudadana y coordinador de . Ha calaborado como articulista para la revista Nexos y para los periódicos El Universal y Reforma.
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