Por: Juan Martín Pérez García/ Red por los Derechos de la Infancia en México.
Los niños de la calle se convirtieron en “parte del paisaje
urbano”, la cotidianeidad de su presencia ha opacado las causas sociales y la inequidad
económica que alimenta el fenómeno hasta normalizar su sobrevivencia en el espacio
público. Así, pensar en sus derechos humanos o preguntarse qué hacía el Estado mexicano
y, en particular, el gobierno de la ciudad para atender el problema dejó de ser
un tema de la agenda pública.
Desde la sociedad civil han surgido diversos esfuerzos
para atender a quienes sobreviven en el espacio público. A finales de los años setenta
del siglo xx, cuando el número de
“niños inhaladores” iba en ascenso, aparecen los primeros esfuerzos organizados
desde la Iglesia
católica; luego, durante la década de 1990, sucede un estallido de pequeñas organizaciones
con diversidad de propuestas de atención. Casi la totalidad de estas acciones civiles
ofrecieron asistencia alimentaria y refugios nocturnos, algunas de ellas apostaron
a procesos educativos y otras más comenzaron a cuestionar la ausencia del Estado
en la atención de quienes sobreviven en el espacio público.
Por su parte, el [entonces] Departamento del Distrito
Federal (ddf) tenía una dependencia
conocida como Protección Social que fue denunciada varias veces por la violación
sistemática a los derechos humanos, al “levantar” de la vía pública a quienes dormían
en ella, llevarlos a instalaciones donde les rasuraban la cabeza, los uniformaban
y recibían castigos físicos durante la reclusión arbitraria e indeterminada, además
de padecer el autoritarismo de quienes dirigían esa institución. Algunas organizaciones
como ednica, Casa Alianza y El Caracol
denunciaron permanentemente las agresiones contra los niños de la calle.
En 1997, con la llegada de un nuevo gobierno a la ciudad de México encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, se apostó también por un modelo asistencialista pero sin la privación de la libertad como prioridad. A petición del jefe de gobierno, las organizaciones sociales presentaron una propuesta que fue publicada con el nombre de
La
estrategia de incidencia desde el enfoque de derechos humanos
Al observar que las denuncias contra la violación de
derechos humanos no lograban un impacto real en la vida de las víctimas, y después
de contar con una consultoría externa para aplicar un nuevo plan estratégico en
2000, en la organización no gubernamental El Caracol desarrollamos un plan de incidencia
que llevara la experiencia del trabajo educativo en terreno a un segundo plano de
influencia con las y los tomadores de decisiones.
Para el primer plano de contacto directo con la población
que sobrevive en el espacio público nos planteamos una tríada: Mirar-Pensar-Comunicar.
Esto implicó convertir la experiencia del equipo de trabajo en programas, materiales
educativos y productos gráficos para comunicar mejor el enfoque de derechos humanos.[2]
El impacto en niños, niñas, jóvenes y familias en las calles fue notable: poco
a poco observamos la incorporación del concepto básico de discriminación en su lenguaje y el planteamiento de demandas por ser
respetados.
En segundo plano buscamos otra tríada: Visibilizar las
violaciones a los derechos humanos-Propuestas-Cambio de práctica social. Esta tríada
asumía en positivo el conflicto como generador
de cambios para la presión-acción de las entidades públicas. Fue interesante
observar que la normalización de la discriminación contra determinados grupos está
tan interiorizada en la sociedad mexicana y en las instituciones del Estado que
aún es necesario mantener un diálogo permanente para eliminar falsas creencias difundidas
entre algunas funcionarias y funcionarios que impiden el reconocimiento de derechos
a la población que sobrevive en la calle.
1.
Tríadas de acción con niños de la calle propuestas por El Caracol.
¿Quiénes sobreviven en la calle?
En la década de 1990, algunas experiencias de Colombia
y Brasil recorrieron el mundo por sus aportes metodológicos para ofrecer una atención
gradual para “descallejerizar” o para promover la organización de los meninos de rua. Estos debates en las organizaciones
sociales de la región nos motivaron para que en El Caracol conceptualizáramos desde
otro enfoque el fenómeno social de quienes sobreviven en la calle.
Reconocimos que las conceptualizaciones que el Fondo de las Naciones Unidas para
Desde distintos espacios señalamos que el fenómeno social
callejero ha evolucionado en las últimas décadas y ahora coexisten en el mismo espacio
niños, niñas, jóvenes con familias y personas adultas y mayores. Todas y todos ellos
conforman las poblaciones callejeras:
quienes comparten la misma red social de sobrevivencia y en conjunto han gestado
una cultura callejera que les permite la transmisión de saberes que facilitan la
supervivencia en un medio tan hostil como la calle.
Del niño de la calle a las poblaciones callejeras, aporte de la organización no gubernamental El Caracol
Medir la presencia de niños, niñas y jóvenes como parte
de las poblaciones callejeras significa reconocer el carácter activo de las y los
más excluidos de la estructura social de un país, es decir, grupos humanos que sobreviven
con sus propios recursos en medio de las adversidades de la calle, lo que les permite
la construcción de su identidad en torno a la vía pública, lo que hace evidente
la vulnerabilidad social en la que se encuentran para el ejercicio de sus derechos.
Esta categoría social permite acercarse a una demografía diversa y cambiante desde
el enfoque de derechos humanos, y nos hace repensar este tema desde la responsabilidad
del Estado para garantizar los derechos de estas personas a quienes se les niega
de facto la ciudadanía.
Llegar a una definición académica de las poblaciones callejeras requirió de un intenso
proceso de interacciones, [entre ellas]: la documentación de casos paradigmáticos
sobre violaciones a derechos humanos de quienes sobreviven en el espacio público,
y la conceptualización de la praxis educativa
a través del diplomado universitario Participación Educativa con Poblaciones Callejeras,
el cual impartimos a cuatro generaciones de profesionales en educación continúa
de la Facultad
de Psicología de la
Universidad Nacional Autónoma de México. Este espacio académico
nos permitió llegar a la construcción de una categoría social de análisis para explicar
mejor el fenómeno social con el que trabajamos, así como orientar los cambios en
la práctica social de instituciones públicas y privadas.
2. Proceso para acuñar la categoría poblaciones callejeras
Es necesario destacar la alianza estratégica de El
Caracol con la Comisión
de Derechos Humanos del Distrito Federal (cdhdf)
pues, a través de su Presidencia, de la entonces Secretaría Técnica[1]
y de las visitadurías generales, logramos un diálogo muy rico para visibilizar los
derechos de las poblaciones callejeras. Por ejemplo, en julio de 2002, con la visita
de Juan Pablo ii, el Gobierno del Distrito
Federal emprendió acciones de limpieza social contra los grupos callejeros, por
lo que El Caracol y la Redim
presentaron un nuevo tipo de quejas ante la cdhdf :
Discriminación por condición social y violación a los derechos de protección. Éste
fue el primero de un conjunto de casos paradigmáticos documentados ante este organismo
público autónomo, los cuales derivaron varios años después en la Recomendación 14/2008
a la Secretaría
de Salud y en la Recomendación
23/2009 a la Secretaría
de Seguridad Pública y las delegaciones Cuauhtémoc, Venustiano Carranza y Gustavo
A. Madero por la violación sistemática a los derechos humanos de las poblaciones
callejeras.
Las
poblaciones callejeras y su derecho a la ciudad
Aproximarse al fenómeno social callejero a partir del derecho a la no discriminación
de las poblaciones callejeras problematiza las viejas miradas y demanda el reconocimiento
de este grupo social como ciudadanos en una expresión demográfica emergente, con
identidad y cultura propia, que los lleva a concebir la calle como espacio social para la obtención y generación
de recursos propios. Pero, sobre todo, hablar de poblaciones callejeras significa
abrir el debate público desde la diversidad, para reconocerlos como sujetos de derecho
y destacar que la garantía de sus derechos depende de la responsabilidad del Estado
mexicano para diseñar políticas públicas dirigidas a este sector de la población.
3. Incidencia de las poblaciones callejeras en la
agenda gubernamental
En la figura 3 se muestra la dinámica del proceso de incidencia de las
poblaciones callejeras, que parte de la deliberación de temáticas específicas, pasa
por los consensos que se traducen en la agenda pública o política, hasta convertirse
en una agenda programática y presupuestal del gobierno del Distrito Federal. Es
así que desde las organizaciones sociales se asume la tarea de presión social mediante
el monitoreo y evaluación de las acciones del gobierno local en torno al cumplimiento
de los derechos humanos de las poblaciones callejeras en el marco del pdhdf.
Retos para enfrentar la discriminación
contra las poblaciones callejeras
El desafío mayor a favor de los grupos discriminados está en la creación de
espacios y mecanismos claros de participación. Aun cuando esto parece un punto de
llegada, al mismo tiempo es un camino por recorrer junto con las poblaciones callejeras,
que al carecer de interacción con las autoridades enfrentan temores y prejuicios
para hacer valer sus derechos. Es central que desde las acciones de las organizaciones
sociales y las instituciones públicas se realice un esfuerzo constante y decididamente
pedagógico para aprender juntos a comunicarnos. Como diría Paulo Freire, la práctica
dialógica que transforma a todas y todos los implicados.
Otro de los retos está en fortalecer las articulaciones entre profesionales,
instituciones y organizaciones sociales para crear una renovada práctica social
desde el enfoque de derechos humanos, que permita crear una “nueva institucionalidad”
basada en prácticas, normativas y perfiles profesionales que respondan a escenarios
distintos, donde el Estado es garante de derechos y las poblaciones callejeras son
ciudadanos que buscan las justiciabilidad de sus derechos negados y [existen] actores
que monitorean, señalan y sugieren alternativas para cumplir con los tratados internacionales
en materia de derechos humanos.
¿Lograremos una cultura del respeto y de no discriminación para las poblaciones
callejeras? La interrogante es amplia
y propicia la ocasión para la especulación o la esperanza, según se decida. Pero
si avanzamos en clave propositiva, es central la lucha contra la impunidad ante
la violación de los derechos humanos de esta población. Si mostramos avances en
este campo, lograremos mejorar la impartición de justicia, ganar la confianza de
grupos humanos tan maltratados y fortalecer la institucionalidad de un Estado que
asume sus obligaciones jurídicas y políticas contra la exclusión social. Las y
los lectores se quedarán con la impresión de una aspiración social; sin embargo,
el planteamiento tiene su origen en el carácter obligatorio de la promoción y la
protección de los derechos humanos, y sobre las cuales todas y todos los ciudadanos
tenemos que asumir nuestra corresponsabilidad a través de la exigibilidad y justiciabilidad
de los derechos. Falta mucho por hacer, pero hemos iniciado el camino.
[1] Esta
área se denomina actualmente Secretaría para la Promoción de los
Derechos Humanos e Incidencia en Políticas públicas.
[1] Ciudad de México: estudio de los niños
callejeros. Resumen ejecutivo, México, Comisión para el Estudio de los
Niños Callejeros, 1992.
[1] Recomendaría al lector acercarse al documental El árbol olvidado (2009) de Luis Rincón,
director que regresa al barrio donde Luis Buñuel filmó en 1950 Los olvidados y encuentra que la
realidad de miseria y exclusión social parecen repetirse en nuevos personajes.
[2] Un breve recorrido por el portal electrónico de El
Caracol muestra la amplia producción de materiales educativos desde el enfoque
de derechos humanos de las poblaciones callejeras, disponible en ,
página consultada el 16 de marzo de 2012.
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