13 de noviembre de 2009

El cuento de la resiliencia



Por: Carlos Cruz Santiago*
Fotografías: Joaquín J. Abdiel


Las juventudes de la ciudad, las y los jóvenes de la comunidad, el barrio, la resistencia y sus tradiciones, la recreación autodidacta a la luz del alumbrado público, la reflexión grupal en la esquina, la revolución del vestir y el pensar y el carnaval del color que inunda mi comunidad, la cancha de básquet que se usa para el fútbol, las mesas de ajedrez que sirven como mesa de masaje mutuo entre los novios adolescentes del barrio, la pared trasera del centro comunitario o del patio de la escuela convertida en frontón, la calle empinada que prolonga la caída libre en patineta, la esquina donde converge la amistad, el amor, el albur, donde la violencia hace converger a quienes la sufren en casa y están dispuestos a ejercerla en la calle… todo lo anterior es el espacio público.


¿Quién no recuerda las diversas etapas de la vida en el espacio público? Jugar a “Doña Blanca” e identificar “los pilares de oro y plata”, la “cascarita” en medio de la calle y el sonido electrizante de un ventanal roto por la fuerza infantil del talento deportivo callejero; o bien, aquella vieja canción de Rubén Baldes que a la letra dice “Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar, con el tumbao que tienen los guapos al caminar”. Algo más moderno con la Maldita Vecindad al son de “En la noche, en la ciudad, los vatos miran pasar las patrullas sin dudar, buscando a quien apañar”; todas son acciones que suceden en la calle, en los barrios, en el espacio público.


La calle, la no calle, el espacio público, el sitio de pertenencia social de la juventud excluida es un no-lugar de pertenencia al sistema social. Es en la calle donde se generan abismos de exclusión y diversas formas de discriminación que se retroalimentan negativamente con situaciones de inseguridad y riesgo, violencia callejera, violencia de género y familiar, maltrato infantil, deserción escolar, organización para el delito y la delincuencia organizada, el uso y abuso de drogas, el abuso en el uso de la fuerza por parte de los cuerpos policiacos.

Es en la calle donde se configura hoy la visión que se construye mediáticamente de lo juvenil. La juventud es vista como la etapa de la vida en la que se produce el pasaje de la intimidad familiar a los códigos de la cultura en la que el individuo logra la madurez sexual, la asimilación psíquica de los cambios morfológicos y psicológicos que ocurren en el cuerpo, la identidad sexual y la identidad de género. Durante esta etapa de la vida la persona descubre sus intereses sociales, políticos, culturales, sus gustos, sus sueños, etc. Pero, ¿quiénes son los jóvenes?, ¿qué quieren?, ¿qué les gusta? Son preguntas que tenemos que realizar cuando asumimos el reto de transformar el espacio público, pero las respuestas las debemos obtener directamente de las poblaciones juveniles que habitan una comunidad. Al acercarnos y entablar una construcción colectiva podemos afirmar que:

• Las juventudes son la cara visible del proceso de acumulación de la riqueza que ha dejado a una gran franja de la población en situación de riesgo, pobreza social y pobreza económica.

• Es el grupo etario sobre el que pesan los estereotipos, mitos y supuestos que es necesario desnaturalizar en función de reconocer y aprovechar sus capacidades innovadoras.

• Son sujetos/actores sociales potencialmente transformadores, que debieran ser el punto de partida a la hora de pensar estrategias de inclusión y reconstrucción del tejido social.

¿Qué hacer?, ¿cómo hacerlo?, ¿dónde hacerlo?, ¿con quién hacerlo? son algunas preguntas que se generan en las poblaciones juveniles.

Partir de la resiliencia como pilar de transformación implica reconocer su construcción social. Al respecto, existen varias definiciones y distintos planteamientos teóricos y conceptuales sobre la resiliencia. El de Rutter es quizá uno de los más sólidos e integradores, según el cual la resiliencia se caracteriza como un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que posibilitan tener una vida sana en un medio insano. Estos procesos se realizan a través del tiempo, dando afortunadas combinaciones entre los atributos de la o el niño, adolescente, joven y su ambiente familiar, social y cultural.


Así, la resiliencia no puede ser concebida como un atributo con el que los seres humanos nacen o que éstos adquieren durante su desarrollo, sino que se trata de un proceso que caracteriza un complejo sistema social, en un momento determinado del tiempo.

Así, el término se adoptó por las ciencias sociales para caracterizar a aquellas personas que, a pesar de nacer y vivir en condiciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanos y son socialmente exitosos.

A partir del diagnóstico de los factores de riesgo en las poblaciones juveniles podemos encontrar algunos factores que inhiben la resiliencia comunitaria:

• La admiración por lo extranjero (el malinchismo).

• La pasividad ante la desgracia (se piensa que ya no hay alternativa y se ve a la violencia como única alternativa de solución a problemas).

• Los problemas de la comunidad sólo son de quien los padece.

• El ejercicio de los liderazgos autoritarios (expulsa de la participación a las y los jóvenes que pueden enriquecer con acciones e ideas novedosas e innovadoras la vida social de la comunidad).

• La anulación de liderazgos (implica la poca transparencia en el manejo de los recursos y por ende en acciones que muchas ocasiones terminan en actos de corrupción).
Por lo anterior entendemos a la resiliencia comunitaria como la posibilidad de generar herramientas y habilidades para el uso de acciones y procesos sociales que permiten configurar una nueva arquitectura social con componentes de democracia participativa, recuperación de la vida pluricultural, el liderazgo comunitario, las buenas costumbres ancestrales, la transparencia y la rendición de cuentas, el humor social y la autoestima colectiva.


Cómo construimos resiliencia

En el trabajo cotidiano identificamos dos maneras de generar resiliencia comunitaria: los procesos de vida y los procesos comunitarios empujan a la generación de resiliencia de manera natural, sin embargo en la mayoría de los casos la resiliencia es obtenida a través de acciones que permiten el desarrollo de competencias sicosociales:

• Niños niñas, jóvenes, mujeres, adultos mayores son indispensables para la construcción de relaciones significativas y simbólicas en el espacio público.

• Establecer expectativas altas y viables en las que la comunidad tenga una acción participativa.

• Brindar oportunidades de participación significativa para todas y todos los integrantes de la comunidad, y que a través de esta acción se reconozcan las prioridades, los recursos humanos, los sueños y anhelos de las y los integrantes de la comunidad.

• Trabajar en red para ampliar la vinculación social de los actores sociales como de las y los beneficiarios de toda intervención en los barrios y las comunidades.

• Establecer los nuevos acuerdos de convivencia pacífica, que permitan clarificar límites claros y consistentes.

• Enseñar las habilidades para la vida que permitan el uso y goce del espacio público (empatía, solución de problemas y conflictos, pensamiento crítico, pensamiento creativo, relaciones interpersonales y asertividad).

• Uso y goce del espacio público con perspectiva juvenil e intervención intergeneracional e intrageneracional.

• Política pública de protagonismo comunitario para la recuperación de los espacios públicos.

• Protagonismo juvenil, actores sociales jóvenes con formación pluricultural, costumbres comunitarias, intergeneracional y género.

• Protagonismo social comunitario como mecanismo de construcción de paz.

• Recreación y cultura urbana, rural y ancestral como herramienta de formación de capacidades y habilidades.

• Tecnologías de información y comunicación (acceso y uso, nubes de internet gratuito).

• Voluntariado para la formación y vinculación nacional e internacional.

• Industrias culturales desde y con las y los jóvenes.

• Industria de la construcción para la recuperación de espacios públicos con y desde las juventudes.

• Turismo de barrio y convivencia alternativa.

• Construir –y nunca dejar de construir como herramienta para romper los paradigmas establecidos en la vida comunitaria.

Fomentemos entonces los pilares de la resiliencia y hagamos de la no calle el espacio público; reconstruyamos el tejido social y el nuevo contrato de uso y goce del espacio público.

Hacer del espacio público un nuevo centro de desarrollo es imperante en nuestras ciudades. Revalorar la actuación de las juventudes en sus barrios y sus comunidades a partir de saber que son sujetos de derecho, que son actores potenciales para el cambio, es sin duda la mejor forma de construir confianza como valor motivador, que moviliza y rompe los paradigmas del adultocentrismo.

* Director general de Cauce Ciudadano, A. C.

Nota al pie de página:
1 Michael Rutter, “Resilience: Some conceptual considerations”, en Journal of Adolescent Health, núm. 8, 1993.

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