3 de marzo de 2010

Ojos para todos

Andrés Lajous*

La mejor manera de entender lo que implican las telecomunicaciones para el activismo político y social parte de un supuesto sobre la disponibilidad y el acceso a la información en la sociedad. La información que podemos considerar socialmente útil suele ser difícil de adquirir porque no sabemos dónde está, y el acceso a ella frecuentemente es complicado. Es decir, la información que podemos encontrar útil para nuestros propósitos suele estar distribuida en la sociedad de manera aleatoria y desigual.

Imaginemos: una persona va caminando por la calle. Se topa con una manifestación. Se resguarda en el zaguán de una casa en una calle perpendicular a la de la manifestación. Sobre esa misma calle ve a un pequeño contingente de granaderos avanzar de manera consistente aunque silenciosa. Uno de los granaderos saca una suerte de rifle pero con el cañón más grueso. Dispara con el cañón. No lo apunta hacia el cielo, sino hacia los manifestantes.

A la persona que se resguarda en el zaguán le sorprende el tatuaje que tiene en el cuello el granadero que dispara. El contorno de un corazón, de color verde, cruzado por una flecha y las letras “T y T”.

Un manifestante es golpeado en la cabeza, cae al piso. El gas lacrimógeno que sale de la lata que le pegó en la cabeza cumple su objetivo, causa confusión entre los manifestantes, corren de un lado a otro sin mayor sentido que el de protegerse de los efectos del gas. Una de las manifestantes regresa por el herido que está en el piso, sangrando, lo arrastra de un brazo dándole jalones mientras se detiene un paliacate con una mano para taparse la boca y la nariz. No puede ver bien. Sólo ve la sangre brotar en grandes cantidades, ve a los granaderos avanzar pero sólo son una mancha azul con escudos. No sabe qué hacer.

Del otro lado de la calle en la que ocurre la manifestación hay un paramédico. Está debidamente equipado con una máscara, el gas no lo afecta para hacer su trabajo. No ve a muchos heridos. Ve a jóvenes llorando y tosiendo, a hombres y mujeres con ataques de pánico. El visor que trae le permite ver con claridad hasta donde inicia la nube de gas. Sube a un par de manifestantes a una ambulancia. Piensa: “por lo menos no hay heridos graves”. En esta breve narración imaginativa hay por lo menos tres pedazos de información que de manera aislada escriben un final a la historia, pero que si hubiera manera de agregarlos escribirían un final diferente. Los elementos que tenemos son los siguientes:

1. Un granadero hace mal uso de su arma no letal, convirtiéndola en un arma letal.

2. Un peatón, que no tiene nada que ver con la manifestación, por azar, sabe cuál fue el granadero que disparó la lata de gas lacrimógeno.

3. Una manifestante sabe que hay un herido, pero ignora cómo darle ayuda médica.

4. Un paramédico atiende a quién ve en necesidad de ayuda, está preparado para hacerlo, pero no sabe dónde está quien más ayuda necesita.

Si el problema de información no se resuelve de alguna manera, tendremos a un granadero mal capacitado (o abusivo) e impune, y un activista muerto. Si resolvemos el problema de desagregación de información, podremos identificar al granadero y encontrar al herido. Sin embargo, el problema no es fácil de resolver justamente porque no podemos saber quién tiene cada pedazo de la información, ni para quién es relevante cada pedazo.

Para las organizaciones sociales, el ejemplo que acabo de expresar, es tan sólo una de las posibilidades más concretas de lo que pueden hacer la tecnologías de información y comunicación para su trabajo. El tema relevante es que mediante el uso de estas tecnologías, y la tendencia que hay en términos de reducción de costos, es cada vez más fácil resolver los problemas de dispersión de la información que siempre tenemos que enfrentar.

En el caso arriba descrito, la red social que funciona a través de internet llamada Twitter (o tuiter, coloquialmente) (sic) podría haber resuelto en alguna medida el problema, en conjunto con el envío de mensajes de texto desde teléfonos celulares. Considerando que en México hay cerca de 7 6 millones de líneas de teléfonos celulares, casi 30 millones de usuarios de internet y entre 60 mil y 100 mil usuarios de tuiter (sic), no es difícil que un sencillo sistema que agregue y visualice esta información ayude a que las organizaciones sociales hagan mejor su trabajo (por ejemplo yhttp://www.cuidemoselvoto.org/).



Quienes tenemos interés en transmitir información con distintos fines, pero en particular no comerciales, estamos acostumbrados a pensar en términos de medios masivos de comunicación (televisión, radio, periódico, etcétera) y medios personales de comunicación (teléfonos, cartas, etcétera). Lo que las nuevas tecnologías de comunicación e información permiten es la comunicación masiva personal. Cada manifestante puede ser fuente, transmisor y repetidor de información; cada peatón, cada policía y cada paramédico. Cada ciudadano puede ser los ojos, oídos y voz de quienes quieren estar donde pueden ayudar, pero no saben dónde es.

* Integrante de la Asamblea Nacional Ciudadana y coordinador de . Ha calaborado como articulista para la revista Nexos y para los periódicos El Universal y Reforma.

1 de marzo de 2010

Diálogos virtuales: mantas callejeras y grupos virtuales como formas de expresión del descontento social

Montserrat Algarabel*

El pasado 6 de enero la ciudad de México se despertó con un mensaje peculiar colgado en un puente peatonal sobre el Viaducto Miguel Alemán. No era un gran espectacular mediante el cual algún enamorado le pidiera matrimonio a la mujer de sus sueños; parece que tampoco era un narcomensaje, de esos que han plagado el país desde Tijuana hasta Playa del Carmen. Era una carta a Melchor, Gaspar y Baltazar que así rezaba: “Queridos Reyes Magos: que renuncie Calderón”. Milenio fue el primer diario en dar la nota en su edición virtual, después lo hizo La Jornada, y para el medio día la dichosa manta había sido retirada ya por las autoridades, aparentemente sin pena ni gloria.

Se desconoce si esa fue la única carta a los Reyes Magos que misteriosamente hizo pública su petición para que Felipe Calderón presentara su renuncia. Tampoco es posible determinar cuántas personas vieron el mensaje (y muchísimo menos qué opinaron al respecto) en el corto tiempo que duró expuesto. Empero, existen espacios virtuales en los que tal petición hizo olas y generó más demostraciones de inconformidad: varios blogs y portales de internet publicaron la única fotografía de la manta que ha circulado en medios, la del diario Milenio, e instaron a comentar al respecto. “¿Indicador social o broma?”, se pregunta el sitio . Tres días después, otra manta apareció en un puente sobre el eje 6 con la siguiente consigna: “Un millón por la renuncia de Calderón”.

El blog recientemente publicó una crónica, acompañada de varias fotografías, de cómo miembros del grupo de la red social Facebook A que en 30 días juntamos un millón de usuarios de Facebook que quiere que renuncie Calderón (activo desde el 22 de diciembre de 2009) se reunieron el 10 de enero en el Monumento a la Revolución y marcharon por Insurgentes, Reforma y el Hemiciclo a Juárez para desplegar sus mantas, al tiempo que repartían volantes bajo el ojo vigilante de elementos de la Policía.

¿Qué nos dicen a los ciudadanos de a pie y a los usuarios de internet, a veces meros lectores de estos mensajes, tales manifestaciones públicas, ciberespaciales y callejeras, sobre el estado de la libertad de expresión en nuestro país? El presente artículo explora brevemente posibles respuestas a esta interrogante.

Las calles como foro: pintas y mantas

La transformación del espacio público en un potencial foro para verter todo tipo de ideas tiene ya una larga historia. En París, por ejemplo, durante mayo de 1968, las paredes de incontables edificios se convirtieron en un vehículo para expresar las demandas de quienes buscaban formas de hacerse oír. Las calles de la capital francesa rezumaban frases diversas: con lemas como“Prohibido prohibir” y “La imaginación al poder”, los estudiantes, intelectuales y obreros que participaron en el movimiento hallaron en las pintas la forma más visible y expedita de manifestar sus peticiones y anhelos. A finales de los sesenta, las consignas del mayo francés, así como las de otros movimientos estudiantiles como el mexicano, dieron la vuelta al mundo y aún resultan piedra de toque cuyo impacto simbólico ciertamente ha prevalecido a lo largo de más de 40 años.

En México, los narcomensajes han sido a partir de 2006 un polémico medio de expresión que, por un lado, posee el poder de intimidar a sus lectores y, por el otro, es también demostración del descontento de quienes los confeccionan y exhiben frente a diversos tópicos de la problemática mexicana. Las narcomantas tienen muchas utilidades: desde ofrecer recompensas por la captura de narcos rivales, buscar nuevos reclutas y enviar comunicados para amigos y enemigos de los cárteles que las suscriben, hasta lanzar amenazas directas y focalizadas contra funcionarios públicos, elementos del Ejército, gobernadores e incluso denunciar presuntos actos de corrupción y abusos en la llamada guerra contra el narco.

A pesar de que los narcomensajes pueden calificarse como recursos cuasi publicitarios para llamar la atención o sembrar pánico,1el hecho de que se recurra a esta práctica, que hace público un discurso otrora privado, también tiene una finalidad primordial: la de comunicar, la de hacer visible lo que, de otra manera, no podría visibilizarse. Debido a su carácter de organizaciones delictivas, los cárteles de la droga que operan en México no tienen acceso formal a los medios masivos de comunicación –prensa, televisión, radio–, por lo que las narcomantas, en tanto y en cuanto se convierten en noticia, resultan una vía mediante la cual tales grupos criminales presentan opiniones y sentencias ante un gran público; es decir, un vehículo para la construcción de su identidad, para la representación propia en un sistema que, por obvias razones de seguridad y control, les niega la palabra.

Cuando los canales de comunicación masiva están monopolizados y el acceso a éstos se restringe en función de recursos materiales o simbólicos, las pintas y mantas se tornan escaparates efectivos en la exposición y divulgación amplia de ideas para quienes carecen de tales recursos. Incluso sirven para provocar el diálogo en torno a éstas, a pesar de que, en primera instancia, dicho diálogo pareciera restringirse a lo que quien lee las consignas colocadas en la vía pública o la nota que del suceso se publicó en prensa puedan opinar en su fuero interno: un solitario monólogo que, de no ser verbalizado con un interlocutor, rápidamente se pierde en la memoria.

Facebook: una red social politizable

En este sentido, la gran ventaja de internet es que efectivamente puede utilizarse como una plataforma de diálogo –no cara a cara, ni en tiempo real– entre quien expresa una opinión y quienes la rebaten o apoyan. La posibilidad que redes sociales, foros de discusión y blogs personales ofrecen para este ir y venir de argumentos, cuya única censura hasta ahora parecen ser las propias limitaciones, los potencia para convertirse en verdaderos espacios de libre expresión.

Una de las redes sociales más populares actualmente, Facebook, propone a sus usuarios la reconexión con viejos amigos, la cercanía con familiares radicados en cualquier parte del mundo, la consolidación de valiosísimos contactos profesionales y, como también permiten YouTube y MySpace, la ocasión de expresarse en muy diversas formas. Un usuario de Facebook puede subir textos, fotos y enlaces (propios y ajenos) cuyo contenido es, por necesidad, tan plural como el conjunto mismo de quienes usan esta red.



Además, las redes sociales aún no cuentan en México con una legislación que controle su contenido (salvo los lineamientos propios de dichas redes que habilitan a los usuarios para denunciar contenidos que les parezcan inapropiados con el objetivo de que sean retirados). Mediante tales herramientas, Facebook se ha transformado también en un espacio para la discusión política así como para el activismo referido a todo tipo de causas, como dan cuenta los grupos que se multiplican y crecen día a día en esta red social.

El grupo de Facebook Esteban Arce fuera del aire, por ejemplo, se organizó a partir de las declaraciones homófobas del conductor en una emisión de su programa televisivo Matutino Express el pasado diciembre y se aglutina frente al agravio que éstas causaron entre algunos sectores. Esteban Arce fuera del aire cuenta ya con 33 288 miembros quienes debaten en su muro2 múltiples puntos de vista y también facilitan a otros lectores/comentadores enlaces –noticias, sitios, videos– referentes a los derechos homosexuales, al movimiento LGBTy al devenir de la petición para que Arce abandone su emisión televisiva, los cuales, a su vez, son combustible de posterior discusión.

Con un formato similar al anterior, el grupo de Facebook Enrique Peña Nieto: no queremos que seas presidente reúne a 2 924 miembros. Su finalidad es proponer argumentos por los cuales el actual gobernador del Estado de México no debiera ocupar la silla presidencial y mediante videos de entrevistas y artículos periodísticos en torno a esta figura pública, publicados en su muro, se insta al debate. A través de este grupo, de cariz claramente político, los miembros discuten públicamente y a título personal sus respectivas posturas en torno a la democracia, el sistema electoral y de partidos, la corrupción y otros tópicos en un ambiente que, al menos a simple vista, parece proveerles la seguridad de que sus opiniones no serán censuradas y sí serán tomadas en cuenta, al menos por otros lectores/comentadores.

Si bien, por un lado, la calidad del debate en una abrumadora mayoría de este tipo de grupos a veces se reduce al pedestre intercambio de insultos y descalificaciones y, por el otro, el acceso a internet aún es escaso y se limita a ciertos estratos socioeconómicos y culturales, el hecho de que dichos grupos permitan a un número importante de lectores no sólo recibir pasivamente información, sino también convertirse en comentadores en la medida en que difunden sus propias opiniones y las contrastan con las de otros, implica un interesante y novedoso ejercicio de la libre expresión colectiva a expensas de la tecnología, ejercicio que también puede intuirse en las pintas y mantas colocadas en la vía pública, aunque éstas, de vida más efímera, sólo apunten hacia el debate en potencia y, curiosamente, también resulten un diálogo virtual.

* Licenciada en sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México; maestra en sociología política por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Actualmente es doctorante en antropología por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. Su tesis doctoral discute la problemática de la censura y el escándalo en el cine mexicano.


Nota al pie de página:

1 Por ello, en septiembre de 2008 el Partido Revolucionario Institucional (PRI) presentó en el Senado de la República una iniciativa para sancionar a quienes elaboren y/o coloquen narcomensajes debido a que resultan una apología al delito y vulneran la paz pública. Asimismo, el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI) consideró en diciembre de 2009 que el contenido de los narcomensajes califica como información reservada, debido a que su difusión potencialmente perjudica la correcta impartición de la justicia.

2 Interesante nombre que recibe en Facebook el lugar virtual en que se disponen las publicaciones, opiniones y comentarios de los distintos usuarios y que inevitablemente recuerda a las paredes y bardas de las calles en que aparecen pintas y mantas. ¿Nos estará queriendo decir Facebook que su sitio participa, en alguna extraña forma, del aire libre de la ciudad?