25 de febrero de 2010

Una experiencia de armas tomar

Alejandro Jiménez*

Los blogs son a la democracia cibernética lo que los partidos políticos a la democracia electoral: su elemento básico de participación colectiva. Son canales de expresión tan horizontales que permiten la libre manifestación de las ideas y al mismo tiempo son sensibles de ser comentados, apoyados o denostados por otros, sin que necesariamente participe instancia de mediación alguna. Aspiran a ser una forma de relación privilegiada y directa entre opinadores y lectores, quienes a su vez son potencialmente capaces de ser lo uno o lo otro indistintamente.

De armas tomar surge en abril de 2008, como parte de los nacientes espacios de opinión del periódico El Universal en internet. Ahí se estaban canalizando aquellas líneas temáticas para las que el periódico en papel ya no se daba abasto y que siendo de interés general, bien podían tener una ampliación en el ciberespacio.

El tema de la guerrilla en México quedaba que ni mandado a hacer. Yo venía trabajando esa línea de investigación periodística desde hacía 15 años y estaba convencido de que, contra lo que se pensaba en ese momento, aun dentro del periódico, las noticias al respecto eran constantes.

Había varios mitos que derrumbar: primero, que no hay guerrilla en México; segundo, que si la hay es tan menor que sólo es digna de ser considerada periodísticamente cuando realiza una acción armada, un secuestro, una explosión; tercero, que no hay siquiera posibilidad de analizar seriamente el tema; es digno sólo de la nota roja, no de un análisis social o económico.

“¿Dos blogs a la semana? Estás loco, con qué los vas a llenar”, me dijeron. Actualmente sobra información y tengo en stock cinco o seis temas pendientes que muchas veces se tienen que postergar porque ya surgió nueva información.

Lo inicié con la divisa de que era tiempo de analizar los movimientos armados en México, los derechos humanos y la seguridad nacional desde una perspectiva que trascendiera el sensacionalismo, el sectarismo partidista o las páginas de policía.

El reto fue, además, convencer, primero a mis jefes y después a la audiencia, que es posible hablar de temas guerrilleros y sociales sin hacer propaganda o panfletos. Sin incurrir en el periodismo militante que sólo ve en los guerrilleros a ángeles y en el Estado al demonio, o viceversa, en los insurgentes a un cáncer digno de ser extirpado por la fuerza y en el Estado al guardián del orden que a sangre y fuego debe freir en aceite a los que delinquen por motivos políticos.

Mi primer texto trató de reflejar la disyuntiva inicial revolucionaria: En el México de hoy ¿es tiempo de matar o morir?, ¿de veras ya se acabaron las salidas democráticas, electorales, colectivas a los problemas del país y ya no queda más que arriesgar la vida? Dilema humano terrible, pero vigente en nuestros días. Hay quienes en nuestras ciudades y áreas rurales piensan que están cerrados todos los caminos, que no hay de otra que tomar las armas y jugársela por un cambio de régimen.

Otra incógnita a ir resolviendo: ¿cómo se dan estos procesos de radicalización de las personas? Porque es cierto que la pobreza, por sí sola, no detona movimientos armados, tales procesos van acompañados de impunidad, injusticia y, en otros casos, de adoctrinamiento ideológico cuasi fundamentalista. Esto genera la diferencia entre las guerrillas de autodefensa y las ideológicas.

Más aún, había un debate insuficiente respecto a lo qué pasa por la cabeza de quienes están del otro lado del conflicto guerrillero: de quienes tienen en sus manos la defensa de la seguridad nacional, la protección de la integridad del Estado frente a quienes por sus convicciones políticas intentan derrumbar al régimen y sustituirlo por otro proyecto de nación. Aun cuando es difícil hacerlos hablar, la idea ha sido traer a la palestra a policías, militares, agentes, haciendo su labor, convencidos o pagados, limpios o sucios, sustentando lo que hacen, explicando en qué creen, para tratar de entender cómo funcionan sus resortes.

A final de cuentas, en el peor de los casos, si todo lo anterior no se logra, cuando menos aspiro con el blog a dejar registro puntual de una cronología guerrillera, que tarde o temprano le servirá, a mí o a cualquier otro periodista o investigador, para sustentar su trabajo. A quien sea capaz de quitar la paja opinativa de mi cosecha y quedarse con los datos duros.


Tras superar los retos conceptuales del blog, vinieron los operativos: ponerlo en página y alimentarlo puntualmente. Pronto enfrenté el primero de los choques propios de dar el salto de lo analógico a lo digital, del papel al ciberespacio: atender a los que comentan el blog.

Aprendí que administrar un blog no es sólo subir el artículo, como si fuera una columna de periódico; que esto no termina “con darle luz y rumbo a la nación” con mi palabra, sino entender que el que escribe es apenas el primer eslabón de la cadena de la comunicación horizontal. Que después viene lo bueno, lo que no sucede con las páginas del periódico: la llegada de la opinión de los lectores, que puede ser tan inteligente y visceral como la conformación demográfica misma de México.

Primero tenía que darme tiempo para subir opiniones y responderlas, independientemente de mi trabajo habitual. Blog que no se responde se muere. La retroalimentación es básica para que quien opina se sienta tomado en cuenta, lo que a su vez genera empatía y esto deviene en el armado de una pequeña comunidad.

Segundo, “aguantar vara” con las opiniones que podríamos calificar de no doctas: insultos, leperadas, o simplemente visiones contrarias, tanto acusaciones de ser un agente del gobierno como de ser un gato de la subversión. Pero en este proceso también se tiene la satisfacción de encontrar lectores serios, interesados en el tema, algunos incluso mucho más documentados que yo en aspectos históricos o ideológicos, de los que aprendo mucho. Ambos extremos enseñan a templar el ego, que a los periodistas nos sobra.

Tercero, entrar a un proceso –en el que estoy actualmente y que no es fácil– de adecuar el mensaje al medio. De entender que aquí se debe aprovechar la ventaja de la experiencia multimedia, que puedes y debes referenciar a ligas a otras páginas, aportar videos, acompañar de fotografías, tener audio. Que tienes en tus manos una computadora, no sólo una máquina de escribir. En suma, asimilar que un blog es potencialmente multisensorial, ámbito en el que el periodismo mexicano es todavía muy incipiente, pero que algunos medios están tratando de entender y dominar.

También hemos entrado al proceso de revisar las extensiones de los textos, ya que, contra lo que se suele pensar, de que por lo grande de los servidores en internet se pueden alojar textos enormes que no caben en el papel , hay la corriente de análisis digital que dicta que el lector de internet no busca textos de largo aliento, sino más bien, en el caso de los blogs, estar atento al planteamiento breve de un problema y comenzar rápido el diálogo, el debate.

Con el blog además asumo que como profesional del periodismo tengo que subirme a las nuevas tecnologías porque eso me dará vigencia profesional, lo cual ayuda a vencer inercias y a alejarme de las zonas de confort.

Lo que sigue en esta cadena de cultivar el periodismo de análisis y opinión con el tema guerrillero es pasar de los blogs a Facebook y Twitter, como multiplicadores del mensaje. Redes sociales todavía más horizontales, brutalmente más inmediatas y veloces que el propio blog, capaces de llevar las ideas y hallazgos de uno a un universo potencial inimaginable, del cual apenas estamos viendo la puntita y cuyos lenguajes y potencialidades tenemos que aprender todos los días.

Blogs y redes sociales han hecho que muchos periodistas y ciudadanos comunes circulen sus ideas y las hagan llegar a tanta gente como jamás imaginaron y a la que sería imposible llegar si sólo se escribiera en el papel, con el viejo modelo de prensa.

Yo mismo dudo que hubiera podido darle salida a mi tema de la manera que lo he hecho de haber seguido atrapado en los viejos cánones del periodismo tradicional, tanto por la falta de espacio físico en papel, como por falta de comprensión de directivos, jefes y maestros hacia un tema que les puede parece poco sexy, escandaloso o menor, pero que a una comunidad de pensadores, autoridades y luchadores sociales sí les parece importante.

Las nuevas tecnologías de la información me han hecho transitar, de ser “un periodista de El Universal” a ser un periodista ciudadano, que independientemente de donde trabaje, puede valer tanto –poco o mucho– por lo que opina y que se ha dado el lujo de crear comunidad en torno a un tema que le apasiona.

* Periodista, autor del blog De armas tomar para el periódico El Universal en internet. Véanse y .

23 de febrero de 2010

Periodismo en la blogósfera:¿la panacea?

Lydiette Carrión*


En los últimos años los blogs de periodistas y ciudadanos han tenido un crecimiento exponencial en el mundo y en América Latina. Numerosos periodistas los utilizan para difundir su trabajo, ante la censura de los medios de comunicación convencionales. Otros publican información delicada que, de hacerlo en un medio formal y firmarla con su nombre, podría ponerlos en riesgo, debido a la violencia del narcotráfico.

Algunos más usan blogs para dar seguimiento y profundidad a temas específicos. Hay quienes los utilizan como simple archivo de sus trabajos, o para llegar a otro público. Así los blogs se vuelven una auténtica bitácora (blog significa bitácora en español) periodística. Y es que, hoy, periodista o escritor que no está en la red no existe. En los países desarrollados la población menor de 30 años de edad ya casi no consulta los diarios impresos y sólo se documenta a través de internet, de acuerdo con diversos estudios, y como lo evidencia la caída en picada que ha sufrido la industria de la prensa escrita.

Sin embargo, no hay que perder de vista que, en México, internet todavía no representa una auténtica democratización del acceso a la información. En un país de 115 millones de personas, sólo la cuarta parte de la población mayor de seis años de edad declaró tener acceso a internet, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) para abril de 2008.




 
Política incómoda y narco

“Nosotros hemos podido comprobar cómo muchos periodistas están utilizando los blogs para publicar información que no tiene cabida en los medios comerciales” –explica Ricardo González, encargado del programa de Libertad de Expresión y Protección a Periodistas, de Artículo 19, Sección México–. “En Oaxaca tenemos el caso de una bloguera que ha recibido bastantes amenazas por el trabajo que hace”. Se trata de la periodista independiente Verónica Villalvazo, autora del blog http://fridaguerrera.blogspot.com/.

El uso de blogs para poder publicar información respecto al narcotráfico también es importante. “Lo vemos mucho” –explica Ricardo González–, “sobre todo en la zona norte del país, donde periodistas están haciendo una especie de grupos, y empiezan a publicar todo bajo el nombre de un blog”. De esta forma los reporteros se brincan la censura más peligrosa: aquella que viene del crimen organizado.

“En el periódico El Sur [los reporteros] pudieron vincular el asesinato de varias personas en Guerrero, con [un caso] en Sonora; todo ello a partir de blogs. Y esto porque, de alguna manera, los blogs son más directos, hay más contacto con la audiencia y también hay la posibilidad de escribir bajo seudónimo”.

Pero la experiencia del periodista Jorge Luis Sierra indica que la calidad periodística siempre será la principal defensa contra las agresiones del narcotráfico, sobre todo en un blog. Especializado en temas de tráfico de drogas, Jorge Luis Sierra tuvo que dejar el territorio mexicano debido a amenazas del crimen organizado. Actualmente colabora desde el sur de Texas en diarios y revistas, y alimenta tres blogs sobre temas de crimen organizado, migración y frontera.

En entrevista telefónica explica que, en las últimas agresiones a periodistas, los narcotraficantes ya no han hecho distinción entre los medios tradicionales y los blogs: “El narco está muy consciente de la transformación de los medios.”

Para Jorge Luis Sierra “las responsabilidades son incluso mayores cuando el periodista escribe de forma independiente en un blog, porque no tiene el respaldo de un medio formal”. Por ello, “tiene que desarrollar más redes sociales, tratar de acrecentar el alcance de su propia red. Tiene que ser muy consciente de las cosas que escribe”.

Esto lleva a una premisa básica: la mejor herramienta de seguridad en cobertura de narcotráfico es hacer buen periodismo: contrastar fuentes, revisar datos, dar el mayor contexto posible.

“Sean o no sean medios tradicionales, lo básico es el tratamiento profesional de la información”, sentencia Jorge Luis Sierra. “La nota policial, seca, aislada, es de altísimo riesgo. Yo pienso que lo que tenemos que hacer los blogueros y los periodistas que estamos trabajando en medios formales y no formales es dar la mayor cantidad de contexto posible.”




La velocidad de Twitter: arma en pro de los derechos humanos

Los blogs no son la única herramienta nueva para el periodismo ciudadano, libre, opensource. “Es muy interesante ver el potencial que tienen redes sociales como Twitter, por la velocidad que tiene la información: es mucho más rápido que un portal de noticias”, explica Ricardo González.

“Un ejemplo puntual es sobre desapariciones forzadas, en las que tú sabes que las primeras 72 horas son clave para localizar a una persona. Después ya es muy poco probable que se le pueda localizar con vida. La velocidad que tiene Twitter para movilizar este tipo de información ha hecho maravillas. Te puedo comentar el caso específico de Honduras: Cuando ha habido operaciones de detenciones masivas durante protestas, es muy fácil poder socializar las listas [con los nombres] de [las] personas que no están siendo localizadas.”

El uso que se está dando a las herramientas web, a las redes sociales, a los blogs, tiene posibilidades prometedoras en México, ya que el uso de internet va en aumento en nuestro país. Según un sondeo realizado por ComScore (entre julio de 2008 y julio de 2009), México y Brasil son los países de América Latina que más han aumentado el uso del ciberespacio. Por su parte, la compañía Sysomos ha publicado que entre los 20 países que más usan Twitter se encuentra México.

Sin embargo, falta saber cuáles son los verdaderos alcances de estas herramientas. Por lo pronto, me quedo con la premisa de Jorge Luis Sierra: la mejor defensa para el periodista es el buen periodismo, donde sea que se practique: blogs, Twitter, periódicos, radio… lo importante seguirá siendo el mensaje.


* Periodista. Ha trabajado en Milenio, El Centro y El Periódico. Ha desarrollado temas de movimientos sociales, derechos humanos y migración. Ex becaria de la Fundación Prende. Bloguera empedernida (sic).

22 de febrero de 2010

La importancia de la radiodifusión comunitaria en el ejercicio de la libertad de expresión*

Aleida Calleja**


En nuestro país suele abordarse la libertad de expresión como un derecho a ejercerse por los periodistas y los medios de comunicación, e incluso muchos suelen llamarle libertad de prensa. Sin embargo, la libertad de expresión es un derecho humano universal que tiene cualquier ciudadano, es una verdad de perogrullo, pero que a la hora de las discusiones políticas en materia de medios de comunicación, especialmente en los electrónicos, no se reconoce así.

En el contexto histórico del continente americano, la radiodifusión, las telecomunicaciones y sus servicios agregados se han basado en políticas y modelos desde una perspectiva prioritariamente comercial y/o técnica. De ahí que la mayor parte de los dueños de los medios privados de comunicación defiendan a este sector como un derecho para ejercer lícita y libremente sus actividades, y hayan pugnado y ganado terreno para que dicho sector se guíe por el libre mercado y la desregulación estatal, aduciendo la defensa de la libertad de expresión y confundiéndola con la libertad de empresa.

Sin embargo, en realidad la radiodifusión es tan sólo un soporte tecnológico para ejercer algunos derechos humanos universales, como lo son la libertad de expresión y el derecho a la información, así como el periódico lo es en papel para la libre expresión de opiniones e ideas; y lo mismo sucede con las frecuencias del espectro radioeléctrico, que son tan sólo un “medio” para tal efecto. Por ello, al momento de establecer normas y políticas en la materia, lo central es garantizar tales derechos independientemente del medio o soporte tecnológico por el cual se materialicen.

En este sentido, los medios de comunicación electrónicos son plataformas tecnológicas que por su naturaleza tienen una gran capacidad de llegar a millones de personas a un mismo tiempo, convirtiéndose en un espacio privilegiado para que la población acceda de manera sustancial a la información de interés público, se forme una opinión y tome decisiones en su vida cotidiana o en asuntos clave de la vida social, económica y política; eso es lo que les da una gran capacidad para poder influir en las percepciones de la gente y en la agenda pública de discusión. Esta capacidad de incidencia hace que el estudio y entendimiento de las democracias actuales en el mundo tengan como uno de sus indicadores la revisión y el análisis de los modelos bajo los que desempeñan su quehacer. Hoy por hoy no es posible entender a nuestras sociedades y democracias sin los medios de comunicación.

En síntesis, son los medios de comunicación la vía por la cual se materializa el ejercicio de la libertad de expresión, en donde la gente puede emitir sus ideas y opiniones; y al mismo tiempo también se materializa el derecho a la información de la gente al poder acceder a esas ideas y opiniones. Por ello, cuando hablamos de radiodifusión comunitaria nos estamos refiriendo a la posibilidad que tienen comunidades específicas para ejercer esos derechos a través de la radio y la televisión, y en donde abordan la información y los temas que les interesan y que forman parte de la dinámica de su tejido social, de la agenda social de cambio, y en donde diferentes integrantes de la comunidad pueden participar en el debate público.

La radiodifusión comunitaria tiene 60 años de existencia en el mundo y sus inicios se marcan en América Latina, en Sutatenza, Colombia, con la utilización de la radio como un medio para alfabetizar en un medio rural. A partir de entonces ha corrido mucha historia, se le ha nombrado de muchas formas y su definición ha ido cambiando de acuerdo con los contextos históricos y sociales que se viven, siempre vinculada a los movimientos sociales que reivindican sociedades más justas y democráticas, en temas como los derechos de los pueblos indígenas, los derechos de las mujeres y la infancia, un desarrollo sostenible, protección del medio ambiente, mejor distribución de la riqueza, y transparencia y rendición de cuentas de las autoridades, entre otros temas. Todo ello basado en la posibilidad de ejercer la libertad de expresión, opiniones e ideas a través de la radiodifusión.




Este movimiento por la defensa del derecho a fundar medios de comunicación electrónicos propios como parte de la democratización de nuestras sociedades se ha articulado de diferentes formas y la mayor parte de ellas se congregan en la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (Amarc), que a su vez tiene capítulos regionales y nacionales, y que presentó en 2008 ante el pleno de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH ) los Principios para un Marco Regulatorio Democrático sobre Radio y tv Comunitaria, a fin de que puedan ser establecidos como estándares internacionales y que los Estados miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA ) los adopten como parte de sus obligaciones en materia de derechos humanos y libertad de expresión.

En dichos principios se establecen, como definición y características de los medios comunitarios, como actores privados que tienen una finalidad social y que se caracterizan por ser gestionados por organizaciones sociales de diverso tipo sin fines de lucro. Su característica fundamental es la participación de la comunidad tanto en la propiedad del medio como en la programación, administración, operación, financiamiento y evaluación. Se trata de medios independientes y no gubernamentales que no realizan proselitismo religioso y que no son propiedad ni controlados por partidos políticos o empresas comerciales.

Entre sus objetivos y fines están que los medios comunitarios deben su razón de ser a satisfacer las necesidades de comunicación y habilitar el ejercicio del derecho a la información y libertad de expresión de las comunidades territoriales y etnolingüísticas, así como ver por los intereses de éstas. Es decir, sus finalidades se relacionan directamente con las de la comunidad a la cual sirven y representan. Entre otras, también están la promoción del desarrollo social, de los derechos humanos, de la diversidad cultural y lingüística, de la pluralidad de informaciones y opiniones, de los valores democráticos, de la satisfacción de las necesidades de comunicación social, de la convivencia pacífica y del fortalecimiento de las identidades culturales y sociales. Son medios pluralistas y, por tanto, deben permitir y promover el acceso, el diálogo y la participación de la diversidad de movimientos sociales de razas, etnias, géneros, orientaciones sexuales y religiosas, edades o de cualquier otro tipo, en sus emisoras.

Por la importancia que reviste este tipo de radiodifusión es que la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la CIDH , en su informe de 2002, dedicó un capítulo a la libertad de expresión y pobreza, en el que abordó la necesidad de que los Estados reconozcan y den condiciones a los medios comunitarios:

La utilización de los medios tradicionales de comunicación masiva no siempre se presenta como medio accesible para la difusión de las necesidades y reivindicaciones de los sectores más empobrecidos o vulnerables de la sociedad. En este sentido, los medios comunitarios de comunicación y difusión vienen insistiendo desde hace tiempo para incluir en las agendas nacionales, estrategias y contenidos que atiendan a las necesidades de estas comunidades […] Dada la importancia que pueden tener estos canales de ejercicio de la libertad de expresión comunitarios, resulta inadmisible el establecimiento de marcos legales discriminatorios que obstaculizan la adjudicación de frecuencias a radios comunitarias. Igualmente preocupante resultan las prácticas que, aun en los casos de funcionamiento en el marco de la legalidad, importan amenazas de cierre injustificadas, o incautación arbitraria de equipos.1

Incluso el Banco Mundial ha señalado que las radios comunitarias pueden ser un vehículo para el desarrollo participativo, por lo que pueden contribuir a eliminar uno de los puntos claves de la pobreza: el aislamiento.2 De esta forma, el ejercicio del derecho a la libertad de expresión a través de una radiodifusora comunitaria facilita el alcance de otros derechos humanos y fundamentales. Siguiendo el estudio realizado por el Instituto del Banco Mundial en el libro Radiodifusión, voces y responsabilidad, la radiodifusión puede jugar un papel muy importante en el desarrollo de los países, además es considerada la mejor herramienta para llegar a los pobres y analfabetas.3

Las radios comunitarias construyen y son gestoras de ciudadanía4, de un ciudadano participativo e integrado plenamente a su comunidad, comprometido con el desarrollo de su entorno y en ejercicio de sus derechos fundamentales. Además, entre sus objetivos deben estar el fomentar comunicaciones a escala local, dar la palabra a quien no la tiene, y promover un debate abierto, es decir, hacer lo otro que los demás omiten hacer:

Las radios comunitarias son otra cosa, porque dar palabra, voz y espacio a las y los ciudadanos desde la base es otra cosa. Se trata de ampliar los sentidos de la democracia. Y cuando las personas se empoderan con la palabra van recuperando el sentido de las cosas.5

A pesar de que la radiodifusión comunitaria resulta hasta el momento el mejor canal para el ejercicio responsable de la libertad de expresión por parte de las comunidades más necesitadas, las cuales los medios comerciales generalmente no atienden, las autoridades en México se resisten a reconocerla y han establecido marcos represivos con cierres de emisoras de manera violenta y últimamente, a partir de 2008, a través de vías penales para encarcelar a sus integrantes, ya que en lugar de aplicar la ley especial de radio y televisión, que tiene prevista una sanción administrativa para quien use el espectro radioeléctrico sin concesión o permiso, ahora aplican el artículo 150 de la Ley General de Bienes Nacionales, que determina de dos a 12 años de prisión y hasta 100 mil veces el salario mínimo como multa por utilizar un bien nacional sin la concesión o permiso respectivo. Actualmente esos procesos penales los tenemos en la emisora Tierra y Libertad de Monterrey, Nuevo Léon, y en la radio indígena Uekekua de Ocumicho, Michoacán; ambas habían solicitado su permiso ante la Secretaría de Comunicaciones y Transportes desde 2002, sin haber obtenido una respuesta satisfactoria por parte de las autoridades.

Esta situación se enmarca en un problema de fondo respecto al modelo mediático de nuestro país: la situación de la libertad de expresión y nuestra endeble democracia.

Históricamente en México sólo se reconocen dos tipos de radiodifusión: el comercial, con fines de lucro que se ejerce a través de la figura de la concesión; y el educativo y cultural, sin fines de lucro y ejercido a través de la figura del permiso reconocido sólo para medios de propiedad estatal. El desequilibrio entre ambos modelos es impactante, pues la mayor parte de las frecuencias son de orden comercial lucrativo y su propiedad se encuentra en muy pocas manos. La concentración mediática en nuestro país no solamente violenta estándares internacionales en materia de libertad de expresión; también va conformando grupos de poder que sobrepasan a las instituciones del Estado, constituyéndose en poderes fácticos.

Diversos autores han estudiado este fenómeno de la preponderancia de los medios por sobre las instituciones y el poder político, en lo que Ferrajoli ha denominado como los poderes salvajes y, otro más, la llamada mediocracia:

La concentración de la propiedad de los medios de información no sólo equivale a un poder privado –el poder del propietario– capaz de limitar la libertad de expresión (el derecho a la información en su primer significado). También es un poder político más penetrante e insidioso, que se utiliza para promover intereses mediante la desinformación y la propaganda. Por otro lado, la televisión, antes que los periódicos que llegan a los lectores, es cada vez más un lugar público, caracterizado por su capacidad de intromisión y de invasión en la esfera privada.6

Ya en 1993 el Consejo de Europa previno contra el riesgo de que los medios llegaran a representar a la opinión pública o a remplazar a las autoridades institucionales educativas y culturales:

Esto llevaría a convertir a los medios y el periodismo en poderes y contrapoderes sin que estuvieran dotados de la representación ciudadana o sometidos a los mismos controles democráticos que las autoridades públicas, y sin que poseyeran el conocimiento especializado de las correspondientes instituciones culturales o educativas.7

Son precisamente los concesionarios de la radio y la televisión en México quienes, establecidos como un poder fáctico, presionan para que el gobierno cierre masivamente emisoras y así evitar el reconocimiento de la radiodifusión comunitaria. Esto tiene serias consecuencias en nuestra democracia porque con ello se impide la pluralidad de voces y se violenta el respeto y las garantías del ejercicio de la libertad de expresión por parte de las comunidades vulnerables, aun y cuando, en el caso de las comunidades indígenas, el artículo 2º constitucional reconoce su derecho a instalar, administrar y operar sus propios medios de comunicación, pero que en la práctica es letra muerta. Esta situación no sólo viola los derechos que el Estado mexicano está obligado a garantizar, sino que tiene serias repercusiones en nuestra democracia.

La calidad de la democracia depende de la variedad de visiones que circulan en el espacio público y que están disponibles para la ciudadanía. Así, dos importantes indicadores de que los medios están garantizando el derecho a la información son su pluralidad y su diversidad de contenido, informaciones, ideas, culturas, valores y visiones del mundo.

Al respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) ha referido que:

La libertad de expresión es una piedra angular en la existencia misma de una sociedad democrática. Es indispensable para la formación de la opinión pública. Es también conditio sine qua non para que los partidos políticos, los sindicatos, las sociedades científicas y culturales, y en general quienes deseen influir sobre la colectividad, puedan desarrollarse plenamente. Es, en fin, condición para que la comunidad, a la hora de ejercer sus opciones, esté suficientemente informada. Por ende, es posible afirmar que una sociedad que no está bien informada no es plenamente libre.8

La libertad de expresión y el derecho a la información son bases esenciales de cualquier sistema democrático y su ejercicio constituye una de las expresiones de la dignidad y el desarrollo humano. El artículo 13 de la Convención Americana de Derechos Humanos establece dos aspectos distintivos de estos derechos que incluyen no sólo la libertad de expresar pensamientos e ideas, sino también el derecho y la libertad de procurarlas y recibirlas, definiendo el libre intercambio de ideas necesario para un debate público efectivo en la arena política.

Ésta es una de las principales razones por la cual es de vital importancia que las personas puedan acceder a una diversa gama de productos culturales y opiniones distintas, y tener garantizados el acceso y su participación en la circulación de los mensajes, condición que se ve sumamente restringida cuando la propiedad de los medios se concentra en muy pocas manos. Dicha concentración es una de las mayores amenazas para el pluralismo y la diversidad en la información, y restringe tanto la libertad de expresión como el derecho a la información. La Corte IDH reconoce:

Dentro de una sociedad democrática [es necesario que] se garanticen las mayores posibilidades de circulación de noticias, ideas, opiniones, así como el más amplio acceso a la información por parte de la sociedad en conjunto […] Tal como está concebido en la Convención Americana [es necesario] que se respete escrupulosamente el derecho de cada ser humano de expresarse libremente y el de la sociedad en su conjunto de recibir información.9

La existencia de monopolios u oligopolios públicos o privados se constituye en un serio obstáculo para la difusión del pensamiento propio, así como también para la recepción de opiniones diferentes. Al respecto la Corte IDH, en su Opinión Consultiva 5/85, afirma:

En principio la libertad de expresión requiere que los medios de comunicación estén virtualmente abiertos a todos, sin discriminación, o, más exactamente, que no haya individuos o grupos que a priori, estén excluidos del acceso a tales medios; exige igualmente ciertas condiciones respecto de éstos, de manera que, en la práctica, sean verdaderos instrumentos de esa libertad y no vehículos para restringirla. Son los medios de comunicación social los que sirven para materializar el ejercicio de la libertad de expresión, de tal modo que sus condiciones de funcionamiento deben adecuarse a los requerimientos de esa libertad. Para ello es indispensable la pluralidad de medios y la prohibición de todo monopolio respecto de ellos, cualquiera que fuera la forma que pretenda adoptar.

El espectro radioeléctrico como un bien limitado opera con una importante restricción, por lo que su distribución debe contemplar criterios democráticos que permitan la pluralidad de voces y expresiones. Para la radio y la televisión, la pluralidad debe ser comprendida como una forma de describir más canales en más manos, en oposición a un pequeño número de canales y a varios canales controlados por los mismos grupos.

Cuando un Estado permite que los medios estén controlados por un número reducido de individuos o sectores sociales, o bien por uno solo, se genera una carencia de pluralidad que impide el funcionamiento de la democracia. La democracia requiere del enfrentamiento de ideas, del debate y de la discusión. Cuando este debate es inexistente o se encuentra debilitado porque las fuentes de información son limitadas, se ataca“el pilar principal del funcionamiento democrático”.10Por lo tanto la pluralidad es una.



Cuando los medios son controlados por un reducido número de individuos o grupos, se permite que ejerzan el control sobre la información directa o indirectamente. Debido al peligro que entraña para cualquier democracia el control de los medios en unas cuantas manos, es que la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión de la Organización de los Estados Americanos establece en su artículo 12 que:

Los monopolios u oligopolios en la propiedad y control de los medios de comunicación deben estar sujetos a leyes antimonopólicas por cuanto conspiran contra la democracia al restringir la pluralidad y diversidad que aseguran el pleno ejercicio del derecho a la información de los ciudadanos. En ningún caso esas leyes deben ser exclusivas para los medios de comunicación. Las asignaciones de radio y televisión deben considerar criterios democráticos que garanticen una igualdad de oportunidades para todos los individuos en el acceso a los mismos.

El influjo de los medios sobre los espacios del poder político, que privilegian obviamente sus intereses comerciales, es en nuestras sociedades actuales una de las principales preocupaciones para los procesos democráticos nacionales.

Dejar sólo a las reglas del libre mercado la actividad de los medios profundiza las asimetrías en el ejercicio del poder económico por sobre el poder social. Esta preocupación se encuentra claramente reflejada por la UNESCO, en el Reporte Mundial sobre Comunicación:

La globalización de los mercados empuja a esos negocios a encontrar una feroz competencia frontal, en un contexto en el cual solamente sobreviven los más poderosos, convirtiéndose, por consiguiente, en auténticas estructuras de poder –al grado de plantear el tema de la “gobernabilidad sobre el planeta”–. Este proceso de concentración, que cada vez impide más la incorporación de nuevos jugadores o excluye a los más débiles, es motivo de especial preocupación. Tiene la capacidad para poner fin a la libertad de información y al pluralismo. Lo que es más, el carácter internacional y la hegemonía de los grandes oligopolios globales constituye una amenaza para los productos culturales de los pequeños mercados y aumenta el riesgo de estandarización o empobrecimiento de las culturas locales.11

Al respecto de la necesidad de contar con un sistema de medios plural y democrático, los cuatro relatores y expertos en materia de libertad de expresión suscribieron en diciembre de 2007 la Declaración Conjunta sobre Diversidad en la Radiodifusión, en la que destacaron que para que los Estados cumplan su deber en este campo, las medidas que adopten deben abarcar la diversidad de tipos de medios de comunicación y de propiedad de los mismos, así como la diversidad de contenidos.

En este sentido, el informe 2007 de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, expresó que la normativa sobre radiodifusión comunitaria debe reconocer las características especiales de estos medios e incluir, como mínimo, los siguientes elementos: la existencia de procedimientos sencillos para la obtención de licencias; la no exigencia de requisitos tecnológicos severos que les impida en la práctica siquiera plantear al Estado una solicitud de frecuencia; y la posibilidad de que utilicen publicidad como medio legal y legítimo para financiarse.

Es necesario reconocer la importancia que tiene la diversidad de los medios de comunicación en la democracia y prevenir la concentración indebida o la propiedad cruzada de los mismos, ya sea horizontal o vertical, adoptando medidas especiales que incluyan leyes antimonopólicas y de libre concurrencia. Tales medidas deben implicar el cumplimiento de estrictos requisitos de transparencia sobre la propiedad de los medios de comunicación a todos los niveles.

Dicha condición no solamente es inexistente en nuestro país, sino que además a los ejercicios ciudadanos de expresión, como lo son las radios comunitarias, que representan una gran posibilidad de diversidad y pluralidad, se les impide contar con permisos para su operación no solamente por los cierres que hace la Comisión Federal de Competencia en coordinación con la Secretaría de Gobernación, sino porque ambas instituciones cuentan con un amplio margen discrecional para su otorgamiento y deliberadamente no contestan a las peticiones de permiso que hacen los grupos organizados, violando no solamente la Ley General de Procedimiento Administrativo, sino también la garantía constitucional del artículo 8º que marca la obligación de las autoridades a contestar. De esta manera se limita sustancialmente el ejercicio de la libertad de expresión de las mayorías para preservar ese derecho a los grupos empresariales existentes.

Entre 2004 y 2005, y después de una ardua batalla, 13 emisoras comunitarias obtuvieron su permiso de operación; en esta administración de Felipe Calderón ninguna lo ha obtenido, por lo que las comunidades indígenas, campesinas y urbano-marginales que lo pidieron siguen esperando una respuesta para ejercer su derecho mínimo a comunicar.

* Artículo publicado en la revista El cotidiano, núm. 158, México, Universidad Autónoma Metropolitana/Unidad Azcapotzalco, Ediciones Eón, Asociación Mexicana de Derecho a la Comunicación y Centro Nacional de Comunicación Social, noviembrediciembre de 2009, pp. 37-42, disponible en , página consultada el 20 de enero de 2010.

**Vicepresidenta de Amarc Internacional, organización que atiende a tres mil radios comunitarias en 110 países de los cinco continentes.

Notas al pie de página:

1.- Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Informe Anual de la Relatoría para la Libertad de Expresión 2002, CIDH -OEA , capítulo IV. Libertad de expresión y pobreza, apartado E. El ejercicio de la libertad de expresión por los medios de comunicación comunitarios.

2.- Instituto del Banco Mundial, Civic voice: Empowering the poor through community radio, disponible en , página consultada el 2 de noviembre de 2008.

3.- Banco Mundial, “Libro ofrece herramientas para promover radiodifusión independiente en países en desarrollo”, 2 de mayo de 2008, disponible en , página consultada el 15 de diciembre de 2008.

4.- Camilo Ernesto Mora Vizcaya, “La radio comunitaria en la región fronteriza de la cordillera andina colombo venezolana: identidad e integración”, en Carlos Martínez Becerra, Integración regional, fronteras y globalización en el continente americano, Colombia, Universidad Nacional de Colombia, 2004, p. 343.

5.- Vicky Quevedo Méndez, Una agenda política de la sociedad civil. Foro Ciudadano II, Chile, Lom, 2003, p. 77.

6.- Luigi Ferrajoli, “La libertad de información y propiedad privada. Una propuesta no utópica”, en Nexos, núm. 316, México, abril de 2004.

7.- Consejo de Europa, Resolución sobre ética del periodismo, Estrasburgo, 1993.

8.- Corte IDH, La Colegiación Obligatoria de Periodistas (arts. 13 y 29 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva oc-5/85 del 13 de noviembre de 1985, serie A, núm. 5, párrafo 70. Las cursivaspertenecen a la sentencia original.

9.- Ibidem, párrafo 69

10.- Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Justicia e inclusión social: los desafíos de la democracia en Guatemala, capítulo VII. La situación de la libertad de expresión, CIDH, 2003, p. 195, párrafo 419.

11.- UNESCO, World Communication Report. The Media and the Challenge of the New Technologies, París, 1997, p. 13.