25 de febrero de 2010

Una experiencia de armas tomar

Alejandro Jiménez*

Los blogs son a la democracia cibernética lo que los partidos políticos a la democracia electoral: su elemento básico de participación colectiva. Son canales de expresión tan horizontales que permiten la libre manifestación de las ideas y al mismo tiempo son sensibles de ser comentados, apoyados o denostados por otros, sin que necesariamente participe instancia de mediación alguna. Aspiran a ser una forma de relación privilegiada y directa entre opinadores y lectores, quienes a su vez son potencialmente capaces de ser lo uno o lo otro indistintamente.

De armas tomar surge en abril de 2008, como parte de los nacientes espacios de opinión del periódico El Universal en internet. Ahí se estaban canalizando aquellas líneas temáticas para las que el periódico en papel ya no se daba abasto y que siendo de interés general, bien podían tener una ampliación en el ciberespacio.

El tema de la guerrilla en México quedaba que ni mandado a hacer. Yo venía trabajando esa línea de investigación periodística desde hacía 15 años y estaba convencido de que, contra lo que se pensaba en ese momento, aun dentro del periódico, las noticias al respecto eran constantes.

Había varios mitos que derrumbar: primero, que no hay guerrilla en México; segundo, que si la hay es tan menor que sólo es digna de ser considerada periodísticamente cuando realiza una acción armada, un secuestro, una explosión; tercero, que no hay siquiera posibilidad de analizar seriamente el tema; es digno sólo de la nota roja, no de un análisis social o económico.

“¿Dos blogs a la semana? Estás loco, con qué los vas a llenar”, me dijeron. Actualmente sobra información y tengo en stock cinco o seis temas pendientes que muchas veces se tienen que postergar porque ya surgió nueva información.

Lo inicié con la divisa de que era tiempo de analizar los movimientos armados en México, los derechos humanos y la seguridad nacional desde una perspectiva que trascendiera el sensacionalismo, el sectarismo partidista o las páginas de policía.

El reto fue, además, convencer, primero a mis jefes y después a la audiencia, que es posible hablar de temas guerrilleros y sociales sin hacer propaganda o panfletos. Sin incurrir en el periodismo militante que sólo ve en los guerrilleros a ángeles y en el Estado al demonio, o viceversa, en los insurgentes a un cáncer digno de ser extirpado por la fuerza y en el Estado al guardián del orden que a sangre y fuego debe freir en aceite a los que delinquen por motivos políticos.

Mi primer texto trató de reflejar la disyuntiva inicial revolucionaria: En el México de hoy ¿es tiempo de matar o morir?, ¿de veras ya se acabaron las salidas democráticas, electorales, colectivas a los problemas del país y ya no queda más que arriesgar la vida? Dilema humano terrible, pero vigente en nuestros días. Hay quienes en nuestras ciudades y áreas rurales piensan que están cerrados todos los caminos, que no hay de otra que tomar las armas y jugársela por un cambio de régimen.

Otra incógnita a ir resolviendo: ¿cómo se dan estos procesos de radicalización de las personas? Porque es cierto que la pobreza, por sí sola, no detona movimientos armados, tales procesos van acompañados de impunidad, injusticia y, en otros casos, de adoctrinamiento ideológico cuasi fundamentalista. Esto genera la diferencia entre las guerrillas de autodefensa y las ideológicas.

Más aún, había un debate insuficiente respecto a lo qué pasa por la cabeza de quienes están del otro lado del conflicto guerrillero: de quienes tienen en sus manos la defensa de la seguridad nacional, la protección de la integridad del Estado frente a quienes por sus convicciones políticas intentan derrumbar al régimen y sustituirlo por otro proyecto de nación. Aun cuando es difícil hacerlos hablar, la idea ha sido traer a la palestra a policías, militares, agentes, haciendo su labor, convencidos o pagados, limpios o sucios, sustentando lo que hacen, explicando en qué creen, para tratar de entender cómo funcionan sus resortes.

A final de cuentas, en el peor de los casos, si todo lo anterior no se logra, cuando menos aspiro con el blog a dejar registro puntual de una cronología guerrillera, que tarde o temprano le servirá, a mí o a cualquier otro periodista o investigador, para sustentar su trabajo. A quien sea capaz de quitar la paja opinativa de mi cosecha y quedarse con los datos duros.


Tras superar los retos conceptuales del blog, vinieron los operativos: ponerlo en página y alimentarlo puntualmente. Pronto enfrenté el primero de los choques propios de dar el salto de lo analógico a lo digital, del papel al ciberespacio: atender a los que comentan el blog.

Aprendí que administrar un blog no es sólo subir el artículo, como si fuera una columna de periódico; que esto no termina “con darle luz y rumbo a la nación” con mi palabra, sino entender que el que escribe es apenas el primer eslabón de la cadena de la comunicación horizontal. Que después viene lo bueno, lo que no sucede con las páginas del periódico: la llegada de la opinión de los lectores, que puede ser tan inteligente y visceral como la conformación demográfica misma de México.

Primero tenía que darme tiempo para subir opiniones y responderlas, independientemente de mi trabajo habitual. Blog que no se responde se muere. La retroalimentación es básica para que quien opina se sienta tomado en cuenta, lo que a su vez genera empatía y esto deviene en el armado de una pequeña comunidad.

Segundo, “aguantar vara” con las opiniones que podríamos calificar de no doctas: insultos, leperadas, o simplemente visiones contrarias, tanto acusaciones de ser un agente del gobierno como de ser un gato de la subversión. Pero en este proceso también se tiene la satisfacción de encontrar lectores serios, interesados en el tema, algunos incluso mucho más documentados que yo en aspectos históricos o ideológicos, de los que aprendo mucho. Ambos extremos enseñan a templar el ego, que a los periodistas nos sobra.

Tercero, entrar a un proceso –en el que estoy actualmente y que no es fácil– de adecuar el mensaje al medio. De entender que aquí se debe aprovechar la ventaja de la experiencia multimedia, que puedes y debes referenciar a ligas a otras páginas, aportar videos, acompañar de fotografías, tener audio. Que tienes en tus manos una computadora, no sólo una máquina de escribir. En suma, asimilar que un blog es potencialmente multisensorial, ámbito en el que el periodismo mexicano es todavía muy incipiente, pero que algunos medios están tratando de entender y dominar.

También hemos entrado al proceso de revisar las extensiones de los textos, ya que, contra lo que se suele pensar, de que por lo grande de los servidores en internet se pueden alojar textos enormes que no caben en el papel , hay la corriente de análisis digital que dicta que el lector de internet no busca textos de largo aliento, sino más bien, en el caso de los blogs, estar atento al planteamiento breve de un problema y comenzar rápido el diálogo, el debate.

Con el blog además asumo que como profesional del periodismo tengo que subirme a las nuevas tecnologías porque eso me dará vigencia profesional, lo cual ayuda a vencer inercias y a alejarme de las zonas de confort.

Lo que sigue en esta cadena de cultivar el periodismo de análisis y opinión con el tema guerrillero es pasar de los blogs a Facebook y Twitter, como multiplicadores del mensaje. Redes sociales todavía más horizontales, brutalmente más inmediatas y veloces que el propio blog, capaces de llevar las ideas y hallazgos de uno a un universo potencial inimaginable, del cual apenas estamos viendo la puntita y cuyos lenguajes y potencialidades tenemos que aprender todos los días.

Blogs y redes sociales han hecho que muchos periodistas y ciudadanos comunes circulen sus ideas y las hagan llegar a tanta gente como jamás imaginaron y a la que sería imposible llegar si sólo se escribiera en el papel, con el viejo modelo de prensa.

Yo mismo dudo que hubiera podido darle salida a mi tema de la manera que lo he hecho de haber seguido atrapado en los viejos cánones del periodismo tradicional, tanto por la falta de espacio físico en papel, como por falta de comprensión de directivos, jefes y maestros hacia un tema que les puede parece poco sexy, escandaloso o menor, pero que a una comunidad de pensadores, autoridades y luchadores sociales sí les parece importante.

Las nuevas tecnologías de la información me han hecho transitar, de ser “un periodista de El Universal” a ser un periodista ciudadano, que independientemente de donde trabaje, puede valer tanto –poco o mucho– por lo que opina y que se ha dado el lujo de crear comunidad en torno a un tema que le apasiona.

* Periodista, autor del blog De armas tomar para el periódico El Universal en internet. Véanse y .

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